Historia versus Economía

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Qué dice realmente Dawkins

En estos últimos días, la principal crítica que he recibido es la del Profesor Jesús Zamora fundamentada en que digo que Dawkins dice cosas que no dice. Es decir, que interpreto incorrectamente a Dawkins. Por lo tanto, el Profesor Jesús Zamora se ha comprometido a escribir una réplica a mi artículo en su blog que, me temo, sólo se centrará en explicarnos qué dice Dawkins y no entrará en la cuestión de la capacidad heurística de la economía, porque en esos temas es imposible rebatir lo publicado en el diario.es que, por cierto, tampoco es un hombre de paja o una reducción al absurdo de la economía neoclásica. Es, simplemente, lo que se enseña de forma dogmática a los estudiantes de economía usando el manual de Mankiw.

Pero volvamos a Dawkins. En este blog he expresado mi posicionamiento, al igual que en Twitter: estoy con Stephen Jay Gould. A este respecto, el Profesor Jesús Zamora me replicó que se puede admirar a Dawkins y a Gould. Eso, sin embargo, es imposible. Si se admira y reconoce a Dawkins y a Gould al mismo tiempo, no se entiende qué dicen, su significado, su trascendencia y su radical incompatibilidad. En este caso, se admira un concepto de ciencia o cultura académica basado en criterios sociales externos al trabajo científico como el reconocimiento de “cultura oficial”. Si una institución reconoce como ciencia/conocimiento lo que dice X o Y será ciencia, aunque no sean compatibles; pero si no hay reconocimiento oficial, no es ciencia. Me temo que esa es la definición operacional que usa Jesús Zamora, porque, si no es así, no entiendo cómo es posible tanto eclecticismo.

De todas formas, vamos a refutar a Dawkins con letra clara y tranquila. En primer lugar, es necesario remarcar que Dawkins no hace ciencia, hace teología. Interpreta unos hechos e infiere una cadena causal lógica de acontecimiento que no es validable científicamente (estamos en ello y es posible que los genetistas demuestren científicamente que tiene razón). Otra cosa es que la genética, el estudio científico del primer motor o Dios (el gen) que propone Dawkins, haya experimentado un crecimiento espectacular en los últimos 30 años, pero esto no es causa ni consecuencia del trabajo intelectual de Dawkins. Dawkins se colocó como profeta de esta disciplina justo antes de su crecimiento extraordinario por su importancia en la lucha contra el cáncer, pero la importancia de la genética (que no  niego ni refuto en ningún momento) no valida la teología de Dawkins. El problema es que la paleontología, el campo de Gould, no ha crecido en presupuesto al mismo nivel, ni tiene la misma utilidad social que la genética. En consecuencia, Gould ha perdido el debate por razones extracientíficas y meramente sociales, porque los paleontólogos siguen desenterrando huesos como hace 30 años y su trabajo no tiene aplicaciones directas, prácticas o comerciales como la genética.

Por lo tanto, para refutar a un teólogo es necesario usar su instrumento de trabajo: la lógica aristotélica, porque nos enfrentamos a una sucesión de sofismas lógicos. La controversia podría resumirse en que Dawkins ha dicho que el hombre es inteligente y la mujer bella. Ante esta noticia, miles de seguidores proclaman que Dawkins afirma la igualdad entre hombres y mujeres, porque demuestra científicamente la existencia de ambos. Por el contrario, intento exponer que Dawkins dice justamente lo contrario, que considera al hombre superior a la mujer y coloca a ésta en una posición subordinada y dependiente del hombre. El Profesor Jesús Zamora me replica que digo que Dawkins dice cosas que no dice, y tendría razón, porque hago una interpretación de sus palabras. Desarrollo lógicamente sus axiomas teóricos (que no tienen mucha carga o prueba empírica) y visualizo las consecuencias sociales que se extraen de esos postulados. Entonces, el Profesor Jesús Zamora me diría que mi forma de trabajar no es científica (en eso tiene razón, no es científica. Pero lo que hace Dawkins tampoco es ciencia, aunque se nutre de ella). La inteligencia no tiene por qué ser un valor o una fuerza superior a la belleza y la belleza puede, y de hecho Dawkins así lo afirma, sobreponerse a la inteligencia, domesticarla e incluso atenuar su determinismo. Yo contestaría que eso puede sonar muy bonito para salir en la portada del Vanity Fair, pero no es coherente. Si sólo se puede demostrar que existe científicamente la inteligencia, mientras que la belleza es una construcción social acientífica consecuencia de la inteligencia, la belleza no tiene la entidad de la inteligencia. Es más, la belleza es una pretensión moral, una aspiración ideológica que, si entendemos correctamente a Dawkins, no podrá, en última instancia, imponerse a la inteligencia, que finalmente nos condicionará y determinará pese las limitaciones que la belleza logre construir socialmente. Vale que Dawkins reconoce la belleza, pero para domesticar a la mujer y someterla y presentarla como una ilusión o un vano intento de modificar o reconducir la inteligencia, una aspiración que no será nada más que una pretensión mística irrealizable.

Ahora, debemos cambiar la palabra “inteligencia” por “naturaleza” o “gen” (al gusto del consumidor) y “belleza” por “cultura” y creo que se visualizará correctamente qué está diciendo Dawkins y la doblez de todo lo que dice, que le permite redirigir su discurso filosófico al gusto de la audiencia. Pero bueno, como Dawkins mola, repetiremos sus mantras y lo elevaremos al rango de científico y no de teólogo y, si alguien intenta refutarlo, a los leones. Sólo hay que ver cómo trataron y lo que recibió Gould en estos debates (además, era de izquierdas, ergo no podía ser un científico serio), para saber cómo se impone la reverencia a Dawkins. Pero, insisto, no refuto ni niego la genética, ni su calidad científica, ni su utilidad social, sólo digo que Dawkins rellenó el vacío de explicación científica mediante la construcción de un primer motor teológico, el gen como factor causal de la evolución, y eso es teología, por mucho ropaje cientifista que quiera llevar.

SIRERA MIRALLES

Carles Sirera Miralles (València, 1981) is a Spanish historian and adjunct professor in the University of Valencia. His principal lines of research focused on the problems of the democratization in Europe, especially during the end of Nineteenth Century and the beginnings of the Twentieth Century. As social historian, he has wrote about the sports and sociability and his thesis, Un título para las clases medias, is one of the most completed and relevant studies on the subject of the secondary school in Spain. His intellectual influences are the Alltagsgeschichte school, Norbert Elias, Fritz K. Ringer and all historians who, although the limitations of our discipline, think that is possible reach some kind of valid, useful and interesting knowledge.