Historia versus Economía

Un académico contra el imperialismo económico

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La libertad de expresión al gusto europeo

(Nota: este artículo se escribió el 8 de enero de 2015 en espera de la oleada de intolerancia europea que preveía después de los brutales asesinatos de París. Lo mandé al eldiario.es por si consideraban oportuna su publicación. Como imagino que lo han desestimado, lo publico aquí. Por si alguien tiene problemas de comprensión lectora, su objetivo es denunciar el cinismo de los europeos o nuestra doble vara de medir).

El 25 de noviembre de 1905 un centenar de oficiales del Ejército Español asaltó la sede de la revista satírica catalana ¡Cu-Cut! para expresar su indignación por una viñeta que consideraron ofensiva para su honor. No portaban ningún AK-47 e hicieron uso de una violencia racional y moderada, prueba de su condición de occidentales civilizados y no bárbaros barbudos. Es más, la dignidad de la nación era un principio moral superior a la libertad de expresión y eso justificó la aprobación de la Ley de Jurisdicciones que sometió la jurisdicción civil a la militar. Sin embargo, el progreso, marca indeleble de todo occidente, ha inmunizado a nuestra sociedad de los aspectos más desagradables de aquel incidente. Por eso, en ningún país civilizado se han tipificado los delitos de injurias o atentados contra la bandera, la patria o el Jefe de Estado. En las sociedades liberales no hay nada sagrado y todo está sometido a la sátira y la crítica bien entendidas.

La opinión pública de los europeos es abierta y tolerante y todos los ciudadanos unánimemente ven como un sano ejercicio de libertad de expresión tanto el Me cago en España de Pepe Rubianes como las caricaturas de Mohammad. En Europa no hay ningún “nosotros” civilizado con unos valores que considera sagrados e inviolables frente un “otros” que se describe como bárbaro e irracional con unos valores fanáticos y absurdos. Nuestro sistema de creencias es racional, es científico, es universal y es bueno, además de blanco para más señas. Son esos “otros” los que son irracionales, ignorantes, provincianos y malvados, además de tirando a moreno o negro. Es del todo irracional ofenderte porque esos otros se burlan de lo que tú consideras más sagrado, es del todo incomprensible sentir rabia porque esos otros se comportan como si tuviesen la obligación moral de decidir qué es lo mejor para quienes consideras tus hermanos, es absurdo que tengas rabia en ese mundo construido por esos otros que te hacen vivir esa inferioridad día sí y día también. Es del todo inexplicable que el mundo árabe no haya entendido que los acuerdos Sikes-Picot de 1916 eran lo mejor para ellos, que los palestinos tienen que pagar por los pecados cometidos por Alemania o que la ONU se creó para darles la bienvenida a la comunidad internacional en igualdad de derechos. Es del todo indignante que todavía no hayan entendido que la guerra de Irak nos pareció un error a todos, pero que siempre estamos dispuestos a intervenir humanitariamente en sus países.

Pero más indignante es que no compartan nuestro amor sin límites por la libertad de expresión: nos burlamos de todas las religiones, nos burlamos de las víctimas del terrorismo, nos burlamos de las víctimas de la violencia de género, nos burlamos de las víctimas de accidentes de coches, aunque adoramos por encima de todo los chistes sobre el Holocausto. Tenemos varios festivales del humor que premian la caricatura más irreverente de Yahvé tomando una ducha en un campo de concentración.

Como es obvio, esto era una ironía. En realidad, este humor no nos gusta por simple humanidad: somos gente decente y el dolor de las víctimas siempre es sagrado. Es cruel burlarse del débil, es cruel mofarse del que sufre. Son buenas razones para atemperar nuestro sentido del humor, nuestra libertad de expresión. Nosotros no nos reímos del dolor de los musulmanes: nos reímos de su Dios, de su intolerancia, de su atraso, de su machismo… Ellos son los culpables de esos males. Si están atrasados, es porque son musulmanes. Si son pobres, es porque son musulmanes. Si ocasionalmente invadimos o bombardeamos su país es porque son musulmanes. No, eso no: si les inflingimos algún daño, es porque había una razón de Estado que justificaba dicha acción. Nosotros, al igual que el sentido del humor, no tenemos prejuicios. No tenemos doble vara de medir o doble rasero. Nuestras películas de acción con héroes que masacran a centenares de musulmanes no son ofensivas, porque todos los masacrados eran terroristas sólo necesariamente asesinados en la ficción. Si bien el problema es que cuando en Europa se estrena el Valle de los Lobos y los masacrados en la película de acción son los occidentales, esa película sí alimenta el odio, el terrorismo y el fanatismo.

Uno no puede dejar de imaginar cómo nos comportaríamos los actuales europeos si fuésemos una simple baza de intercambio de la política exterior de grandes superpotencias musulmanas. Si estuviésemos acostumbrados a ser intervenidos militarmente y allí, en sus países, publicaran caricaturas sobre aquellos símbolos que considerásemos que nos representan, que son el reflejo de lo más sagrado para nosotros. Imagino que seríamos tolerantes y jamás se nos ocurriría indignarnos. Tendríamos una reacción similar a la de los españoles cuando los franceses se burlaban de sus deportistas por doparse. De todas formas, en breve lo sabremos, porque no falta mucho para que Die Bild salga en su portada con un titular del estilo de Merkel, enséñale a este Hollande lo que Hitler no tuvo tiempo de explicarle a los franchutes.

SIRERA MIRALLES

Carles Sirera Miralles (València, 1981) is a Spanish historian and adjunct professor in the University of Valencia. His principal lines of research focused on the problems of the democratization in Europe, especially during the end of Nineteenth Century and the beginnings of the Twentieth Century. As social historian, he has wrote about the sports and sociability and his thesis, Un título para las clases medias, is one of the most completed and relevant studies on the subject of the secondary school in Spain. His intellectual influences are the Alltagsgeschichte school, Norbert Elias, Fritz K. Ringer and all historians who, although the limitations of our discipline, think that is possible reach some kind of valid, useful and interesting knowledge.